A-Ser




Performers en primer etapa: Engelbert Ortega, Leticia Cordero, Yessica Díaz
Performers en segunda etapa: Engelbert Ortega, Alberto Montzi, Yessica Díaz

Vestuario: Gibrán Valencia
Iluminación: Nadia Lartigue
Fotografía: Angel Villareal 

Presentado en:
Foro del dinosaurio. Museo del Chopo. México
Salón de Danza UNAM. México.


Proyecto desarrollado durante el Diplomado ¿Cómo encender un fósforo? Danza, coreografía y performance

Apoyo en producción: Festival Encender un fósforo 
https://mediatecadanzaunam.mx/acervo-item/a-ser-yessica-diaz-y-engelbert-ortega/
A-Ser 
Yessica Díaz


A-Ser es un proyecto de experimentación coreográfica que explora la materialidad y transformación que acontece en los cuerpos por medio de un proceso de amasado (harina, agua y movimiento); es un ejercicio sobre la presencia de los cuerpos a partir de lo que elaboran. La práctica propone imagines sutiles que se forman y deforman al calor de las masas por el movimiento persistente.

Punto de partida para el proyecto:
¿Cómo hacer la práctica desde la práctica?
¿Cómo dejar al cuerpo hacer?
¿Así como se entra en material, cómo es entrar en carne?
¿Qué queremos hacer desaparecer?

Comenzamos explorando la capacidad sensible que tiene el cuerpo por medio de la exploración de diversas prla piel, los sentidos la capacidad sensible que tiene el cuerpo por medio de la exploracito); es un ejercicio sobre la presenciaácticas corporales. Sentir con la piel, con los sentidos: sentir el cuerpo. El primer periodo de exploración incluyó dialogar mientras comíamos unas palomitas de maíz y compartir historias mientras olíamos unas bolas de té. Después de los primeros experimentos, llegamos a la conclusión de lo importante que es la acción en el proceso de desarrollo de una práctica; lo que refiere a nuestra primera pregunta: ¿cómo se hace la práctica desde la práctica? Pensamos la práctica como  “lo que se hace” y que implica, al igual que en ciertos momentos de la vida, el resolver, el decidir, o el pasar de una idea de un proyecto y posteriormente a una investigación. Mediante el hacer se da seguimiento a un proceso y así algo se transforma; algo cotidiano se traslada a una pregunta, a una búsqueda que sacude aquellas certezas que se creían inamovibles.

Una parte importante en ese proceso fue cuando tuvimos diversas sesiones con el artista y comisario español Quim Pujol. Durante los módulos Engelbert y yo tuvimos momentos en los que teníamos la inquietud, tal vez nostalgia, de hacer y no sólo pensar, reflexionar y debatir; al menos para nosotros así fue. Consideramos muy valiosa la aportación de Quim porque pudimos afianzar y darle seguimiento a una idea a partir del “cambio de dominio”; esta propuesta consiste en reconocer lo que uno sabe para llegar a un lugar desconocido y está basado en lo que menciona Richard Sennett en su libro El artesano:


Tal vez la metamorfosis que más desafía al productor a mantener conscientemente la forma sea el <<cambio de dominio>>. Con esta fórmula –de mi cosecha-  se hace alusión al hecho de utilizar una herramienta con una finalidad diferente a la que tuvo un primer momento, o que la orientación principal de una práctica se aplique a una actividad completamente distinta. Las formas –tipo se desarrollan- por así decirlo- en un territorio determinado; los cambios de dominio atraviesas los límites de ese territorio.
(2008,p.86)


Era necesario hacer y poner en práctica algo, por lo que nuestra propuesta para experimentar “el cambio de dominio” fue la siguiente: ¿cómo hacer una pieza sonora con los ingredientes de unos chilaquiles? En un rincón, con unas cortinas a modo de telón, ocultamos nuestros cuerpos y dejamos ver únicamente nuestras manos cubiertas por unos guantes de plástico transparente. Cada quien acordó utilizar un par de ingredientes. Hicimos rechinar los tomates brillosos que mientras se frotaban entre sí, unos totopos crujían, las semillas de los chiles secos resonaban, la crema caía lentamente de la cuchara para susurrar algo… Después de una rato nuestra arritmia nos agobió y decidimos terminar. En ese momento fue que nos dimos cuenta de que el interés  mutuo residía en hacer y poner en práctica nuestros intereses y preguntas.
En una primera reunión, los que iniciamos esta colaboración: Leticia Cordero, Engelbert Ortega y yo, sugerimos empezar a trabajar con un verbo, fue así que Engelbert dijo: amasar. No pensamos en otro, en realidad no había más que pensar, había que empezar a hacer a partir de él. Con este acuerdo empezó nuestra práctica y eso que pensamos por práctica (que no podemos definir con palabras aún) nos llevó a amasar y seguir amasando con el cuerpo.

Registro de ensayos. El proceso.

Comenzamos con un kilo de harina que transformamos en masa. La consigna era estar atentos y observar lo que sucedía con el material, en su peso, en la fricción con el cuerpo, en la fuerza ejercida, en el paisaje que estaba emergiendo. Después de diez ensayos intentamos hacer 60 kilos (el peso promedio de los tres) sin poder lograrlo. Eso que parecía un fracaso se convirtió en un acontecimiento que después formó parte de nuestro primer score, una partitura que proponía una base flexible para integrar la improvisación. Nos adecuamos a la transformación de la material e integramos los movimientos que surgían en cada ensayo; la premisa era improvisar con intuición y transformar la harina en masa.
Fuimos tres cuerpos sobre el piso que intentaron organizar pautas para “hacer” en ese tiempo real (porque estábamos trabajando con material viva que se modifica). Teníamos que adaptarnos y resolver durante la acción, resolver la humedad, la temperatura o incluso si era demasiado movimiento, amasamiento.
Al final decidimos hacer únicamente15 kilos y evitamos representar a panaderos, bailarines o a cualquier otro personaje, más bien nos apegamos a resolver lo que la acción nos pedía: ser tres cuerpos debajo de los reflectores en un espacio delimitado de 5 x 5 metros que contemplaban con tranquilidad mientras sudaban, que tocaban los restos de la harina mezclada con agua, mientras sentían el peso, la densidad, la humedad de la masa.

Las circunstancias nos llevaron a activar las preguntas con las que empezamos y a hacer visibles nuestras respuestas. En mi caso postulé al diplomado con un proyecto titulado Chiflando y comiendo pinole que se originó con la siguiente pregunta: ¿cómo hacer del hambre un movimiento?
Durante el proceso de A-Ser de alguna forma respondí a esa primera pregunta al resolver en conjunto, por medio del movimiento, un acto inconcluso; así como el hambre, hicimos masa para pan que nunca llegó a hornearse, fue un proceso que no llegó a su transformación final. Generándome una especial de hueco en el cuerpo.
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Ahora la masa sigue creciendo y la práctica sigue cambiando. El nombre de este proyecto surgió de pensar en una metáfora que nos trasladara a pensar sobre el proceso de construir algo y el hacer de ese proceso.




https://www.youtube.com/watch?v=rOnfsCfAjhY 




Primer etapa










Segunda etapa









Arqueología del movimiento


Las relaciones entre el cuerpo y la material se dan de manera imperceptible y sin avisar; el tiempo se hace presente y nos muestra su impermanencia como aquello que nos atraviesa, que nos traspasa. Tal vez una forma de percatarme de ello fue a partir de los restos de un cuerpo que emergía mientras se intentaba amasar. Arqueología del movimiento: tres cuerpos transforman quince kilos de harina en masa durante una hora; la  masa transforma aquellos tres cuerpos. El propio cuerpo se descubre ante el inmenso volumen de lo que va moldeando. Durante la búsqueda del hacer, el hacer se interpreta.

¿Qué restos darán cuenta de nuestro paso por el arte?
¿Qué historias se producen en la relación con otras disciplinas?
¿Qué descubrimientos logramos a partir de vulnerar el cuerpo?
¿Qué historias nos contamos?

La encomienda es buscar que otras estesias sucedan de manera interdisciplinaria. La grafoestesia: sensibilidad cutánea mediante la que se reconocen los signos trazados sobre la piel, puede ser un lugar para detonar otros restos, otras superficies de contacto. Tres cuerpos formaron otro masacuerpo el cual hizo reconocer los signos trazados sobre nuestra piel; nos convertimos en grafoestesiólogos cuando compartimos calor, sudor, fuerza, contacto, sensibilidad y pensamiento.

El espesor de la superficie es genético. Las variedades de capas apelmazadas, la reunión de las trazas múltiples encuentros, constituyen los gérmenes disponibles para animar otros cuerpos, otras cosas separadas.
Desde él se reviven los encuentros y renacen las diferencias. Ahí, únicamente desde él, vuelven a brotar las diferentes figuras que alguna vez, contagiándose, se mezclaron; y, de Nuevo, se prefigura el resto: el afuera, el fondo, el paisaje. En los hábitos superficiales, en las habitaciones humanas, el mundo se renueva a cada instante. Cada Mirada, cada roce con las superficies evoca una variedad a cada instante. Cada mirada, cada roce con las superficies evoca una variedad interminable de separaciones y de mezclas afectivas.
Pero, además de llenar los vacíos de la ausencia, esta presencia evocadora también es masa genética, densidad disponible para nuevos encuentros: Las superficies no tienen término; están siempre disponibles. Su labor es arte de la espera; es obra contingente.

Carlos Enrique Mesa González (2010)
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